En la actualidad, y como consecuencia de una presente aldea global, a diario debemos de enfrentarnos a una sociedad cosmopolita, llena de culturas, creencias y gustos diversos; tanto así, que se nos ha hecho necesario el organizar convenciones para poder congeniar con los nuestros, reconocernos y a la larga “juntarnos, para apartarnos”.
El mundo se ha hecho individualista, partiendo por el sistema económico, que plantea que cada quien vela por su propia manera de aunar una fortuna para el futuro. Así también, hay una cuestión sicológica de por medio, ya que, de acuerdo al sicoanálisis, el hombre parece necesitar sentirse superior, y esta supremacía por sobre el otro es inherente por un tema fisiológico, y no solo por una conducta adquirida con el tiempo, y gatillada por un entorno de crecimiento. Es así, como cada día se hace más difícil responder al cliché: “ponerse en los zapatos del otro” y a la larga terminamos desdeñando al que consideramos inferior.
Pasaba en antaño con la mujer, pasó luego con las personas de color y ahora vuelve a pasar con el homosexual.
La discriminación sexual es un tema delicado –pero no por eso infrecuente- que acecha día a día a la realidad nacional. En general, el tema presenta tantos puntos de vista como humanos en el mundo; nadie es ajeno a la verdad de que hay personas que gustan de gente de su mismo sexo, sin embargo, no disfrutan conversando de ello.
El tabú de la homosexualidad es tabú por la religión judeo-cristiana implantada en América y gran parte del mundo, porque si nos ponemos a pensar, el acto de coito homosexual (ya llegando a temas mucho más radicales) no era para la civilización griega algo antinatural, muy por el contrario, se consideraba completamente normal que un hombre quisiera disfrutar del sexo con alguien de su mismo género. No obstante, actualmente, y siendo bastante frío, los y las homosexuales son tratados como fenómenos, y los aíslan de esta sociedad moralista que se llena la boca con ordenanzas divinas, pero que “por debajo de la mesa”, no guardan ninguna vergüenza por actos que ellos mismos repelen.
Volviendo a nombrar el sicoanálisis, el hombre vive desde siempre con un serio problema sicológico: dentro de su “yo”, hay un “ello” –compuesto por los sentimientos más recónditos y escondidos, completamente prohibidos- que presiona por salir a la luz, y ser revelado, así, como método de defensa, el ser humano le atribuye al otro, sus características privadas, para corroborar –falsamente obvio- que adolece de éstas.
Mi intención, en ningún momento es decir que aquel que ha llamado homosexual a cualquier persona, sea homosexual; mas en las mismas palabras de Cristo: “El que esté libre de pecados, que lance la primera piedra”.
La homosexualidad no es un problema, ni una malformación fisiológica en el cerebro, y mucho menos una enfermedad. Es una manera de ver la vida de la que cualquiera puede ser parte. Se ha hecho algo malo porque la sociedad lo quiso así, pero con un poco más de tolerancia, menos individualismo y mucho respeto, las cosas podrían llegar a cambiar. Nadie dice que nos obliguen a ver a dos hombres y dos mujeres besándose, la intimidad debe permanecer donde la misma palabra lo dice, en la intimidad, ya que incluso en parejas heterosexuales, personalmente a mí, se me hace bastante incómodo ver el ósculo que puedan compartir; pero si como seres humanos, fuéramos un poco más condescendientes, incluso desinteresados ante el tema, los homosexuales se sentirían más cómodos con sus personas, y disminuiría su estrés por nacer cómo nacieron.
El gran error que ha cometido la sociedad es hacerles creer que eligieron ser así, porque eso les genera una culpabilidad, y muchas dudas con respecto al tiempo y el momento en el que tomaron dicha decisión. Cabe destacar que muchas veces esa culpa les lleva a una depresión inmensa que en numerosas ocasiones acaba en el suicidio. Asimismo, otra gran equivocación, y que según mi punto de vista, es la más importante, es hacerles entender que es un problema, que hay algo malo en eso.
Hoy por hoy, se tienen que aceptar éstas realidades. Los principios de la ilustración son que “todos los seres humanos son iguales. En tanto razonables, el ser humano puede y debe ser tratado igual que sus pares”, y eso se nos ha olvidado a todos, sintiéndonos superiores, mejores, más personas.
En general, el tema de éste discurso no es alentar a convivir con alguien homosexual, pero sí respetarlo. Antes de gritarle: “maricón” a alguien en la calle, contemos hasta diez y pensemos primero que él o ella, es una persona más, y por ende tiene sentimientos, de manera que muchas veces, esos pequeños insultos, que algunos y algunas considerarán inofensivos, terminan siendo una cuchilla en una yaga que nadie se atreve, ni deja, cicatrizar.
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